jueves, 2 de diciembre de 2010

Reflexión sobre el fin último del hombre y los medios para alcanzarlo

Hace unos años tomé el Diplomado de Formación Social de USEM. En una de las sesiones, el instructor preguntó a los que ya éramos papás:

- ¿Qué es lo que quieren para sus hijos?

Ante una pregunta tan general, las respuestas fueron variadas y rápidas: “quiero que sea feliz”, “quiero que logre sus metas”, “quiero que cuente con una educación de calidad”

Yo me quedé callado un rato y me salió decir: “quiero que cuando se mueran, se vayan al cielo”. 

De pronto me pareció que mi respuesta pudiera estar fuera de lugar, pero el instructor tomó mi comentario y la discusión giró durante un rato alrededor de él. Sorprendentemente, dio para mucho.

¿Qué implica para el hombre la definición de un fin o un objetivo? En la planeación estratégica de una empresa es fundamental, ya que alrededor de estos objetivos se definen las estrategias a implementar, los recursos que deben asignarse, la gente que va a intervenir, etc. Sin un objetivo claro, la gente no sabe hacia donde ir. 

Esto lo sé y lo he experimentado en varias ocasiones. En mi propia vida, me encuentro ante un entorno tan cambiante que, en ocasiones, me desconcierta. Las circunstancias cambian y por tanto, los planes a corto plazo deben ajustarse. Sin embargo, como Cristiano, debe haber una constante:

- Debo vivir mi vida de manera que cuando muera vaya al cielo. 

Si bien puede parecer trillado, no lo es. De hecho, es un objetivo muy universal. Incluso quien no es cristiano tiene su propia definición de trascendencia. 

Cuando la vida eterna es tu fin último, todo lo demás es un medio. Tu trabajo, el dinero, el poder, tu matrimonio, etc. Esto que parece sencillo, no lo es. Es difícil asimilarlo y aun más difícil aplicarlo. 

De hecho, uno de los problemas más importantes de la humanidad es la tendencia que tenemos los seres humanos de darle valor de fin a algo que es solo un medio. Puede ser el dinero, el sexo, el trabajo, el poder… Todos estos elementos de nuestras vidas no son en sí mismos buenos ni malos. Son solo medios para lograr un fin. Somos nosotros quienes los pervertimos al despojarlos de su naturaleza y enamorarnos de ellos. 

Volviendo a la pregunta del profesor del diplomado, podemos deducir que, ante la perspectiva de la vida eterna para nuestros hijos, nuestra tarea como padres es ser y hacer todo de manera que nuestro ejemplo y enseñanzas le den a nuestros hijos los medios para que vivan su vida plenamente y para que cuando mueran, vayan al cielo. 

Lo que resulta muy reconfortante, ya que nos deja completa libertad para escoger el camino que más nos guste para lograr nuestro fin. Podemos escoger nuestra profesión, nuestros amigos, nuestros pasatiempos… Aun con todas las variables en constante cambio, el no perder de vista el fin, hace que nuestras decisiones sean más fáciles. La seguridad de caminar el camino correcto nos da paz.

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